agosto 11, 2013

Una luz...

Y caminé y caminé hasta que las piernas me temblaban... Estaba perdida, en medio de un enorme bosque... como la canción... No sabía a dónde ir o cómo fue que llegué hasta allí... Todo era oscuro, aunque sabía bien que el sol aún no se ocultaba...
Lograba ver sólo sombras... árboles, hojas, humedad... Estaba desesperada... Pensé que jamás saldría de ahí... 
Cuando de pronto, una luz, un hilo naranja se hizo presente a lo lejos... La seguí, como si la vida se me fuera en ello... Corrí, corrí antes de que desapareciera... Corrí hasta que la respiración me falló... Me detuve un momento... parpadeé, y ya no estaba... ¡No! ¡La perdí! Grité con todo el poder de mis pulmones, lloré... Lloré y giré hacia todos lados... Con frustración, con enojo... ¿Cómo pude parar? ¿Cómo? Perdí mi oportunindad... 
Pensé que moriría en ese oscuro lugar... Sola, cansada y congelada... Y cuando menos lo esperé, cuando las lágrimas casi se me acababan, otra vez la luz... con más hilos, más fuerza, más calor... Así que volví a correr, ignorando mis pies destrozados, mis rodillas cansadas, mi respiración fugandose... Corrí lo más rápido que pude, y sin pensarlo, de pronto comencé a sentir el calor de esa luz... su abrazo, su promesa de estar hasta que el sol se lo permitiera...
Fui feliz... Fui tan feliz que ahora, aunque la vida se me haya escapado ya, ese abrazo quedará grabado en ese bosque, y las sombras y las hojas y la humedad, guargarán ese recuerdo . . .