Te me fuiste...
así, como se va la vida...
en un instante,
al paro del corazón,
sin tiempo para cerrar los ojos...
Te seguí hasta donde pude
y me diste un beso...
y me lo guardé en el alma...
como querías, como pediste.
Y las lágrimas rodaron
y a tu tercer paso me di la media vuelta...
antes de desmayar...
Caminé como muerta
a un cuarto, lejano y triste...
y pensé seguirte,
aunque me valiera la libertad...
pero no lo hice...
mejor tomé fuerza para salir a la calle,
tan solitaria, tan oscura,
tan fría y tan silenciosa...
Y de pronto el dolor me fue ganando,
la desesperación me fue envolviendo...
y escuché tu voz...
-Tranquila-, decías...
-Todo estará bien-...
-Tranquila mi niña,
no llores, mejor recuerdame-...
Y me hiciste sonreír..
Me trajiste de regreso tantas cosas,
tantas palabras y miradas...
y las noches de abrazos
y las tardes de juegos...
y las mañanas de besos
y las cocinas de amor...
y las calles y el mar y la lluvia
y el frío que no se sentía ya a tu lado...
y los sueños...
esos sueños donde estás siempre a mi lado...
siempre sonriente y yo
siempre entre tus brazos...
Y así seguí adelante...
caminando con la inercia
hasta encontrarme en una cama...
imaginando tus besos...
y abrazando a un león . . .