Por poco más de veinte años, la gente pasaba delante de la casona preguntándose qué secretos guardarían esas paredes a punto de caer...
Pero llegó el día, en el que la gente volteó la mirada hacia ese chico elegante, de caminar tranquilo y facciones perfectas...
El muchacho se había atrevido a comprar esas ruinas y pronto comenzó a trabajar en ellas, y la curiosidad en el pueblo iba creciendo a cada mejora de la casa pero también el temor...
La señora de las flores, todos decían que estaba loca, pero nadie cuestionaba su historia acerca de aquella leyenda hecha nombre: Baruch...
¿Qué era eso que tanto decía a los transeúntes?
Todos negaban creer sus palabras, pero muy en el fondo, sabían que tenían algo de verdad...
Con flores en la mano se dirigía al manicomio de cuando en cuando y salía de él con una sonrisa sombría y una lágrima en la mejilla...
-No entres ahí- le decía todos los días a aquel hermoso muchacho -Está maldita! No entres!- Pero éste la ignoraba no sin ofrecerle una cálida sonrisa...
Nadie sabía nada de ese hombre misterioso, pero una buena noche, sus ojos se clavaron en una doncella perdida . . .
(Continuará . . .)
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