marzo 10, 2009

Castillos sangrantes . . . (Parte II)

En el cuarto contiguo te espera una decena de velas y los cadáveres de las rosas que envolvían una esencia pútrida eran, sin embargo, la única evidencia de la existencia olvidada de una mujer desesperada...
El sol esta por ocultarse tras el muro casi destruido que mantuvo alguna vez la historia casi enfermiza que hoy te deja nauseabundo con sólo recordar el perfume del individuo que la hizo posible.
El frío de la habitación es casi perfecto, evoca las noches solitarias que pasaste planeando tu movimiento los ocho meses anteriores a este atardecer asombrosamente extasiante, bajo el pequeño resplandor de una luna menguante y el viento que cortaba tu cara tan dolorosamente que llegó a ser placentero...
La enorme cama centrada en esas cuatro paredes radiaba un romanticismo imposible... los velos que caían de su techo fueron las prisiones y últimos confidentes de aquella persona indefensa que terminó cediendo ante la prohibición de su libertad...

Y recuerdas bien esa noche...
Estaba oscuro, y a ella no le importaba el espacio que había entre su cuerpo cansado y aquel abismo que intentaba seducirla con su sonrisa aterradora.
Luego de caminar entre las rocas y arbustos que el pesado frío envolvía aquella noche, llegó a lo que esperaba fuese su destino. Pidiendo fuerza a la luna que se asomaba entre las montañas, Shopie lloraba en busca de una señal.
Huía de su miedo y el dolor... huía de la bestia que vivía a su lado...

Y tu, dejando del lado el recuerdo enervante de su partida, sólo sonríes al abrir esa puerta...

(Continuará . . .)

1 comentario:

  1. Hola Liz y esos dones poéticos que no me habías compartido. En fin. Que la mate, que la mate!
    Diego (a ver cuando vemos una peli jeje)

    ResponderBorrar

Criticame sin piedad si eres capaz de nadar entre mis palabras...